La Sociedad Española de Medicina Estética (SEME) ya advirtió el pasado año que el 79 por ciento de los médicos estéticos han percibido un aumento del intrusismo y falta de seguridad y control en las prácticas médico-estéticas. Según datos de la SEME, la mayoría de estas malas praxis suelen suceder en centros de estética –no médicos-, seguidos por centros y locales de estilismos y, en tercer lugar, por esteticistas, que ofrecen sus servicios de forma autónoma y a domicilio. La reciente detención en Málaga por presuntamente administrar tratamientos toxina botulínica -bótox- y ácido hialurónico sin titulación es solo la punta del Iceberg de un ejército de embaucadores y filibusteros que juegan no solo con la ilusión de las personas por tener una mejor estética y bienestar sino, lo que es peor, con su salud.
Entre los medicamentos utilizados más habitualmente de forma fraudulenta, se encuentran la toxina botulínica, los rellenos dérmicos o formulaciones destinadas para tratamientos de mesoterapia; estas sustancias aplicadas por manos no médicas y expertas pueden llegar a tener graves efectos secundarios.
Además, también existe un vacío legal en los tratamientos fundamentados sobre el uso del láser, ya que el desconocimiento de la aplicación adecuada de esta tecnología, así como la incapacidad de los profesionales no cualificados para identificar determinadas afecciones o enfermedades de la piel, por ejemplo, puede derivar en dolor, manchas, dermatitis o, incluso, quemaduras graves.
Los médicos estéticos somos ante todo médicos, es decir, preservamos la salud de nuestros clientes aplicándole tratamientos de forma individualizada y con técnicas multidisciplinares combinadas. El médico estético comprende mejor que nadie las necesidades de sus pacientes y puede ofrecerles soluciones más completas en los tratamientos faciales, corporales o de otra índole, encaminados a mejorar su bienestar y su imagen de forma segura y eficaz.